La soledad del díscolo
Entre las aparentes angosturas de un tiempo que no es cercano ni real, amanecen y renacen como un fénix los aparentemente olvidados, los que obligan a los serios próceres a pensar que ellos tampoco están sólos. Ellos que se rodean en las caprichosas formas de la democracia representativa, que anodinos juegan a ser los grandes popes, que pululan con lo público entre las ansias de lo privado.
La soledad del díscolo era eso, la soledad del pensador, del artista... y... como artista, la provocación, madre de las artes y de los tiempos de crisis.
La soledad del poderoso se bebe con trago dulce hasta que caes en tu derrota. El díscolo vive en la derrota, pero muerde, piensa... y resucita.
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