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Cierzo y Niebla

José el Prisco

José el Prisco

Murió José Laborda “El José El Prisco”. ROSARIERO.

 

Yo no he sido Rosariero, pero si los he acompañado muchas mañanas en su vuelta al pueblo.

 

Cuando fui por primera vez a hacer algunas fotografías y tomar algunos apuntes, todos me recibieron a las mil maravillas. El José enseguida me explicó mas cosas de las que yo pude asimilar en un solo día y me dio el libro de Los Rosarieros, ese en el que están apuntados sus cantos. Luego han sido muchos los ratos que he pasado con ellos.

El José llevaba mas de cincuenta años en el rosario y no se cuantos como jefe o presidente. Y cuando cumplió los cincuenta tomo la determinación de que su ciclo había acabado y que ahora les tocaba a los jóvenes ocupar su puesto. A eso se le llama visión de futuro y humildad.

 

En un mundo en el que la gente se perpetua en los cargos él se hizo a un lado y siguió como uno mas y alegrándose de lo bien que lo hacían los jóvenes. A eso se le llama generosidad.

 

Vivió una época de cambios, como no podía ser de otra manera, ya que los tiempos han sufrido cambios bestiales y las tradiciones y la forma de vivir también. Tuvo que quitar  las vueltas de llamar y la aurora. Tuvo que retocar el calendario de salidas, ya no todos los festivos sino solo algunos. Dio paso a los jóvenes, durante años no se había incorporado ninguno. Incorporo a las mujeres, que nunca habían estado. Y así un montón de cosas más de las que no se ven y quizá sean más importantes que el mero canto.

 

Me olvidaba: guardó en su cabeza todos los cantos hasta que se grabaron. Creo que puede ser, dentro de la historia de Los Rosarieros, el que más ha aportado para que siguieran y el que más ha tenido que trabajar con unos y con otros para que la cosa siguiera adelante, pues muchos eran reacios a los cambios y otros quizá quisieran cambiar demasiado. Él trató de entender a todos y sacó adelante un proyecto viable y que ha asegurado la existencia de Los Rosarieros por muchos años.

 

En los últimos tiempos la enfermedad lo atacó físicamente, ya que su cabeza, al menos cuando yo me encontraba con él, parecía funcionar a la perfección, cosa que le mortificaba bastante. El no poder estar un rato hablando le ponía muy triste.

 

Pero tranquilos, el José se fue a sentar en esa silla que todos los Rosarieros tienen guardada en el cielo.

 

Desde allí nos vera, y cuando estas fiestas canten el homenaje a la Virgen del Carmen, o cuando canten cualquier día por las calles un Ave María, o cuando en la procesión  de Los Despertadores canten El Humilde, allí estará él, en el medio del corro junto al farol, con todos los que le precedieron echando una mano.

 

Hasta siempre José.

 

Pascual Ferrer Mirasol

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